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Casa Collage: un ensayo sobre la arquitectura de la casa
La ambigüedad válida - La habitación ideal
Xavier Monteys y Pere Fuertes

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Si bien la arquitectura ha ido dando tumbos a lo largo de la historia, la impresión que estos dos relatos me dieron no deja lugar a dudas de que todo se trata de un vaivén de situaciones y contextos que nos llevan a un punto y otro continuamente.

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Generalmente, si damos rienda suelta a nuestra imaginación como humanos a lo largo de un gran periodo de tiempo, nos encontramos con muchas posibles soluciones o apaños a situaciones que no podíamos imaginar. Esto aplica a la arquitectura: deja libertad de acción, y conseguirás distintos resultados igualmente válidos... ¿o no? Acota y delimita, y sólo conseguirás crear muchos espacios sin relación con una personalidad propia. No es una crítica, sino un hecho objetivo. Otra cosa es que creas que una cosa es más conveniente que la otra. 

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Este podría ser el resumen de los relatos de Xavier Monteys y Pere Fuertes que aquí vengo a interpretar. Ambos muy relacionados: el espacio y la personalidad de él. El cambio funcional y temporal.

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Hace unos meses en alguna conferencia de las tantas que hacen en la ETSA vino un grupo de arquitectos que explicó una casa que me dejó bastante impactado. Si tan sólo recordara su nombre... En cualquier caso, era una vivienda que en planta eran nueve cuadrados perfectos inscritos 3x3 en un cuadrado mayor. Cada cuadrado, un espacio diferente. Cada conexión entre cuadrados, una oportunidad nueva.

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Algo tan simple, algunos incluso dirían basic, conseguía crear una relación de espacios y una infinidad de posibilidades tan amplia que sorprendía. Nuestros autores aquí hablan de exactamente lo mismo, aunque ellos le dan una causa y una consecuencia. La causa: tirando muy para atrás, la especialización de nuestras viviendas. La consecuencia: el inútil uso de espacios residuales que conectan esas estancias especializadas y la poca capacidad propia de estas. Ciertamente es curioso cómo estamos acostumbrados a asumir que cada espacio tiene su función única y propia. Que no digo yo que no la deba tener, pero si quieres robar un pedacito de aire a la atmósfera para crear un espacio cerrado dentro, al menos dale la oportunidad de poder transformarse en la mayor cantidad de cosas posibles, no sea que debamos darle la alegría de volver a ser atmósfera [derribarlo], para construir otro en su lugar.

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Esto tiene bastante que ver con la gran individualidad física [colectividad virtual] que existe hoy en día. Hace 200 años muchos verían una locura sacar la chimenea del centro de la casa. Hace 30 otros tantos verían igual de inasumible hacerlo con la tele. Todos vieron el 11S a través de una pantalla de televisión reunidos en un mismo espacio. Quizás entonces sí tenía sentido darle más cabida de aire [más robo de atmósfera] a los espacios de relación común. Pero, ¿y ahora? ¿lo tiene? Yo diría que no. Lo que antes era estático ahora es móvil. Lo que antes era único hoy ya no lo es. Hoy los espacios de relación son todos. El peso de un elemento central común se ha perdido. Ahora sí está justificado romper con nuestra concepción de uso y tamaño de espacios, porque hoy esa dualidad ya no tiene una proporción determinada para cada caso. La zona de día es de noche, y la zona de noche de día. Las usamos indistintamente. Pero seguimos trabajándolas como los modernistas hicieron en su momento.

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Viene siendo hora de superarlos y dar cabida a nuevas formas de entender las relaciones humanas y cómo estas vienen influenciadas por la acción tan simple de interponer un muro aquí o allá. Un hecho tan simple pero que puede llegar a hacer tanto daño.

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